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Anabel Cruz
junio 2025
Las decisiones y anuncios de diversos gobiernos sobre recortes en los presupuestos para la cooperación internacional están causando conmoción en el mundo del sector sin fines de lucro afectando el financiamiento, las operaciones y el futuro de innumerables organizaciones de la sociedad civil. Los recortes del 90% en los programas de ayuda exterior de USAID y del Departamento de Estado ascienden a unos 60.000 millones de dólares, lo que representa un déficit de entre el 25% y el 30% del total mundial de la Ayuda Oficial para el Desarrollo (AOD). Los recientes anuncios de algunos países miembros del Comité de Asistencia al Desarrollo (CAD) han suscitado inquietud sobre los futuros niveles de AOD. Incluso varios gobiernos europeos ya han anunciado recortes, especialmente en los programas que benefician a la sociedad civil local y mundial, redireccionando los presupuestos para la ayuda exterior y la cooperación internacional hacia el comercio y la defensa. Según algunas fuentes, la arquitectura humanitaria ya se está viendo diezmada con estas medidas.
El congelamiento de la financiación estadounidense está afectando profundamente a las organizaciones de la sociedad civil a nivel global, por lo que varias instituciones están tratando de contribuir a medir ese impacto. El análisis revela reducciones financieras generalizadas, interrupciones operativas críticas, vulnerabilidades estratégicas y un espacio cívico en deterioro (1).
Accountability Lab y Humentum lideran conjuntamente el Global Aid Freeze Tracker, una iniciativa que mide el impacto humano y social de este desafiante panorama de financiación. El congelamiento de la ayuda exterior ha creado una profunda incertidumbre, alterando las operaciones, la sostenibilidad financiera y la planificación a largo plazo. Asimismo, el efecto dominó que esto genera será generalizado e impactará en todo el mundo. Al día de hoy el impacto es profundo: más del 60% de las organizaciones encuestadas por el Global Aid Freeze Tracker respondieron que sólo les quedaban entre un mes y seis meses de recursos financieros, antes de su cierre.
Lamentablemente, no sólo la financiación está desapareciendo, sino que, en muchos países, es el espacio para actuar de la sociedad civil y las organizaciones del tercer sector. Los recortes de financiación se producen en un contexto en el que las libertades cívicas y democráticas están gravemente amenazadas en todo el mundo. Según el CIVICUS Monitor, una herramienta de investigación participativa que proporciona datos casi en tiempo real sobre el estado de la sociedad civil y de las libertades cívicas en 198 países, la sociedad civil que busca la paz, la justicia, la equidad y la sostenibilidad medioambiental está gravemente atacada. En 116 de 198 países y territorios, y siete de cada diez personas en el mundo, viven en condiciones de espacio cívico cerrado o reprimido.
La agenda de investigación del tercer sector no es ajena a estos acontecimientos. En este momento en el que la comunidad de la cooperación internacional y la sociedad civil mundial necesitan todas las evidencias que puedan movilizar, se ha anunciado un doloroso ejemplo con repercusiones en la rendición de cuentas de la ayuda internacional: la cancelación del 2026 Aid Transparency Index: “No porque no sea necesario. No porque no sea eficaz. Sino porque, a pesar de nuestros mejores esfuerzos, no hemos sido capaces de asegurar su financiación”(2).
En un contexto marcado por la incertidumbre, el futuro de la sociedad civil y el papel de la investigación son discusiones necesarias. La excelencia en la investigación del tercer sector y su difusión deben basarse en la investigación con foco en la práctica. Es decir; escuchar y recopilar información relevante, compartir buenas prácticas, y facilitar conexiones significativas a través de las diferentes redes y asociaciones. Los datos pueden impulsar la acción colectiva, y este podría ser el momento perfecto para que la investigación apoye la resiliencia organizativa y desbloquee recursos haciendo hincapié en las donaciones locales y las asociaciones entre los gobiernos, la sociedad civil y el sector privado. Las expresiones de solidaridad y el llamado a la acción que ISTR (La Sociedad Internacional para la Investigación del Tercer Sector) ha desarrollado son ejemplos inspiradores en este sentido (3).
En la actualidad, una agenda de investigación relevante para la sociedad civil debería incluir acciones destinadas a mitigar el impacto del congelamiento de la financiación y defender y proteger un entorno habilitante para el trabajo de la sociedad civil. También, son deseables y esperables las asociaciones entre diferentes sectores. Por ejemplo, el compromiso del mundo académico, los medios de comunicación, las organizaciones del tercer sector e incluso el sector privado para ampliar las vías de financiación e influir en quienes son responsables de la toma de decisiones. La investigación para la práctica puede conducir a una incidencia basada en evidencia. Además, puede generar mecanismos que aborden las narrativas emergentes que socavan a la sociedad civil, así como crear contra narrativas que combatan la desinformación y la estigmatización de las organizaciones de la sociedad civil.
Cuando mi amigo y líder mundial Mandeep Tiwana fue elegido recientemente Secretario General de CIVICUS, dijo lo siguiente, que también es aplicable a la investigación y la acción del tercer sector:: “Para hacer frente a la embestida contra nuestras libertades fundamentales, todos debemos unirnos e ir más allá de las formas de trabajo establecidas para construir movimientos populares más amplios e inclusivos que se basen asienten en las comunidades. Debemos actuar con empatía, inspiración y determinación tenaz para defender y fortalecer el espacio cívico”.